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Tuesday, February 25, 2014

La verdadera Carmela del filme Conducta


 
                                                                 En la foto Carmela Martínez Echevarria


Por: Mariateresa Hernández Martínez
Fotos: Javier Tamayo


Entre palomas, perros de pelea y niños que viven su realidad, la nueva película cubana Conducta, del director Ernesto Daranas, evoca el esplendor y la decadencia de una Habana trazada por los márgenes, la Habana que él vivió. Mucho se ha hablado por estos días del estreno de la cinta, pero pocos conocen que Carmela, personaje protagónico que interpreta la actriz Alina Rodríguez, es real.

Quien fue hace mucho tiempo “la profe” del hijo mayor de Daranas, constituye la inspiración de Conducta. Ahora, en su aula verdadera de la escuela Angela Luanda, en la Habana Vieja, entre libros, pupitres y niños que nos miran extrañados, Carmela narra las alegrías y tristezas de una vida dedicada, como dijera el apóstol a “hacer hombres piadosos y útiles”.

“Me incorporé al magisterio por un llamado de la Revolución en 1967. Entonces pensé que sería algo pasajero, y con las prácticas docentes, cambié de idea. Al graduarme me ubicaron como directora en una escuela de la Hata, en Guanabacoa. Fue difícil al principio, me trataban como una niña, pues yo era muy flaquita y joven. Pero me gané a la población de la Hata, visitaba sus casas, preparaba actividades culturales donde todos los niños participaban. Hasta hicimos cuatro aulas más en la escuela, y fueron los padres quienes buscaron los materiales y trabajaron día y noche.

“A los dos años volví a las aulas, en mi municipio, que era Plaza de la Revolución. De ahí pasé a El Platanito, en el Cerro, donde me fue muy bien a pesar de ser también un barrio marginal. Como yo vivía cerca me aparecía en casa de los niños  a comprobarles las tareas o con cualquier pretexto. A algunos los buscaba para llevarlos a la escuela y después le decía a los delincuentes del barrio que me indicaran la salida porque había cada recovecos, pero me respetaban”.

Carmela trabajó en otros lugares periféricos de la ciudad como San Miguel del Padrón y San Agustín. Fue alfabetizadora en la isla, en Nicaragua en 1979 y desde 1995 radica en la escuela Angela Luanda, donde fundó el proyecto Aulas-Museo patrocinado por la UNESCO.  Su historia es la de muchas maestras que entregan cada día lo mejor en las aulas y es también, ¿por qué no? la nostalgia de todos los que tuvimos una “profe” como ella alguna vez.

¿Quién es la verdadera Carmela?
“La verdadera Carmela no tiene ninguna diferencia con el personaje. Eso fue lo que más me impactó de la película, y aunque Alina es muy buena actriz no pensé que fuera capaz de interpretarlo así. Realmente no hay diferencia, yo también exijo mucho a mis alumnos y me familiarizo con sus problemas. Esta semana me dio mucha alegría que una de mis antiguas estudiantes viniera porque había visto la película. Dice que encontró tantas coincidencias, que quería verificar si era yo”, revela con una sonrisa.

¿Ha tenido algún Chala en su aula como el de la película?
“Hay muchos Chalas y casos peores en tantos años de trabajo. Recuerdo un alumno que venía de la escuela de conducta. Cuando ese tipo de centros dice que el niño está superado, hay que reincorporarlos en la misma escuela y aula donde antes estaba. Pero su maestra dijo que si el niño volvía, ella se iba. Entonces yo pedí que me lo dieran a mí. El muchacho discutía con todos los maestros y con los alumnos, te viraba la clase al revés. Incluso tuve que ir a la escuela de conducta a pedir consejo porque me sacaba de quicio.
“Pero fue cambiando poco a poco. En las vacaciones me llamó a mi casa para adelantarme que me traía una sorpresa cuando se incorporara. A él le gustaba avanzar solo en los ejercicios de Matemática y que yo usara pensamientos martianos en mis clases. ¿Cuál era la sorpresa? Había hecho todo el libro de Matemática y llenado una libreta de pensamientos martianos. Llegó a coger la vocacional Lenin, pero lo expulsaron. Pasaron los años y un día me llamó y me dijo: “Su alumno malo, el pésimo, cogió Medicina. Cuando me gradúe, le llevo el título”. Y me lo trajo.
“Él es solo uno de muchos, y no solo casos conductuales, también niñas que quedaron embarazadas en la primaria, con madres alcohólicas como la de Chala, y otras historias muy tristes”.

¿Usted fue maestra de uno de los hijos del realizador Ernesto Daranas?
“Los dos hijos de Daranas, Laura y Juan Pablo, estudiaron en esta escuela, y yo fui la profesora del varón en 5to y 6to grado. A Juan Pablo, como a miles, también lo salvé de la escuela de conducta. Él era muy buen estudiante, pero era la candela, aunque conmigo se portaba bien, porque ¡pobre del que no se porte bien!, así mismo como es Alina.
“Estos muchachos no son culpables del medio en que viven, a veces solo les falta cariño. Y como dice Carmela en la película, una escuela de conducta es una mancha en el expediente. Es verdad que allí hay especialistas y otros métodos, y si tengo dudas voy  y les pido ayuda pero mis alumnos siguen en mi clase.
“A Juan Pablo lo vi en la premier de Conducta, al final demostró ser un buen alumno. Ahora está haciendo la tesis para graduarse de la Facultad de Medios Audiovisuales (FAMCA), siguió a su papá”.

¿Cuándo la contacta Daranas para comentarle que planeaba una película sobre usted?
“Daranas me llama un día y me dice que necesitaba que le contara de mi experiencia como maestra porque quería hacer algo de la pedagogía cubana. Yo no sabía bien la ocupación del papá de Juan Pablo, ni él tampoco me dijo que era para una película.
“Intercambiamos unas cuantas veces sobre mi vida. Pasó el tiempo, hasta que me volvió a contactar para reunirse conmigo. Entonces pasé por su casa y me entregó  un papel dobladito. Me dijo que lo leyera cuando pudiera para darle mi opinión. Eché el papel en mi jaba y me fui. Cuando llegué me sorprendió ver que era un guión. Me bañé, comí rápido y esa misma noche lo leí completo. Fue una fusión de emociones tremenda, cosas de mi persona de las que ni me acordaba, vivencias que no le dije y que él había averiguado no sé cómo.
“No estuve de acuerdo con algunos fragmentos como el motivo del infarto, que no es real, yo no tengo una hija, aunque me sucedió algo parecido. Daranas me explicó que  siempre hay algo de ficción y yo lo entendí”.

Entonces ¿qué más es real en la vida de Carmela Marínez Hechevarría?
“Casi todo es real, no tengo una hija, pero existe un joven a quien quiero como si lo fuera que se fue de Cuba. Él era maestro emergente y yo tuve que tutorarlo en su vida profesional. Luego nos dimos cuenta de que éramos vecinos y me convertí en su mamá.
“Cuando vi la película por primera vez, y observé a Chala tocándole la puerta a la maestra, recordé a ese joven. Él también se aparecía a cualquier hora en mi casa cuando tenía un problema. Yo le decía: – Llora ahí el tiempo que quieras, cuando te calmes, si quieres me cuentas – . Otras veces nos sentábamos a conversar hasta que amanecía. Que él se fuera de Cuba significó un golpe muy grande para mí, me lo dijo un día antes a las 11 de la noche, y aún seguimos en contacto.
 “También es real que tuve un niño en el aula que murió de cáncer en 6to grado. Y cuando trabajé en La Corea del Cerro dos hermanos se me ahogaron en una de esas pocetas que abren para hacer las bases de los edificios. Son hechos que recuerdo con mucha tristeza”.

¿Existió alguna interacción entre usted y la actriz que interpreta a Carmela, Alina Rodríguez?
“Alina y otros actores estuvieron varias veces aquí a la escuela, tenían que ver cómo yo era. También vinieron el día del Cojín Literario para poder hacer el que se ve en la película. Esta idea fue en un principio para los alumnos con mayores dificultades en Lengua Española, pero ahora lo hago para todos. Los martes por la tarde cambiamos el aula, hacemos un círculo y nos sentamos en el piso sobre los cojines. Cada uno escoge un libro  para intercambiar y analizar su enseñanza. Además, las pizarras que sale en el aula de la película las preparé yo, yo escribí todas las frases”.

Según su experiencia ¿Qué cualidades debe tener un educador de estos tiempos?
“El maestro debe saber que es maestro donde quiera que esté, no solo en la escuela. También en la cola de la bodega, en todas partes porque te va a estar observando la sociedad, y los padres de esos niños a quienes das clases.
“No se puede exigir lo que no somos capaces de hacer. Por eso lo primero es la ejemplaridad, y luego también el dominio de lo que haces, la maestría pedagógica, la constante superación pues los muchachos de hoy saben mucho más que los de antes. Y en el aula hay que dejar los problemas personales a un lado, pues ahí nos toca entender el problema de los demás”.

La mayor gratificación de ser maestra…
“La recompensa de verlos convertidos en buenos hombres y mujeres un día por la calle. Yo soy muy mala fisonomista y eso es grave, pero cuando los miro a los ojos, los reconozco. Es lo que hago cuando estoy dando clases: miro a los ojos y a través de la vista sé dónde y cómo están sus mentes. Esas miradas son las que no olvido. Las caras sí porque cambian”.

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