Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades RIAM

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Friday, July 11, 2014

Taller Menos Machos en La Conchita







Por equipo RIAM
 
El pasado 9 de julio de 2014 un equipo de la RIAM, junto a la coordinación del proyecto comunitario “Los Chapuserios”, desarrollaron el Taller “Menos Machos” en el consejo popular La Conchita en la provincia de Pinar del Rio. A la actividad acudieron un conjunto de pobladores de la comunidad, siendo destacada la presencia de un público joven, y varias dirigentes de la Federación de Mujeres Cubanas de la provincia.
El debate del encuentro estuvo centrado alrededor de los costos de la masculinidad hegemónica y la violencia en el arte y el deporte. En un primer momento  se proyectó el reportaje de la realizadora Anelys Alberto titulado “Para no morir de hombría” que aborda desde diversos enfoques algunas de las problemáticas alrededor de las masculinidades en nuestro país, y en especial de la provincia más occidental de Cuba.
En otro momento se mostraron algunos audiovisuales acerca de la prevención de la violencia en el deporte y del uso peligroso de anabólicos de hombres en gimnasios. Asimismo se presentó el último video clip del músico David Blanco, dedicado a la No Violencia hacia las mujeres y las niñas titulado “Lánzate”, precedido de un llamado de atención sobre la proliferación de música sexista y violenta en nuestra sociedad, por lo que el trabajo de artistas desde esta manifestación artística se hace necesario.
Al final del encuentro, el proyecto “Los Chapuserios” ofreció un hermoso cierre cultural protagonizado por los niñ@s de la comunidad.

Wednesday, July 2, 2014

Música en Cuba ¿Aliada del machismo y la violencia de género?



Por Yonnier Angulo Rodríguez



 
 




“Es extraordinario lo potente que es la mala música”, frase del actor y compositor inglés Noel Coward, viene a sustentar un fenómeno que en nuestro país se ha visibilizado desde hace algún tiempo. Y no es más que la legitimación en determinados espacios culturales, medios de comunicación y en la cotidianidad de la población cubana, de un conjunto de géneros musicales y artistas, que a través de sus “creaciones” han aportado un granito más de arena, a la utilización de la imagen de las mujeres como objetos sexuales, a expresiones de violencia hacia ellas y otros hombres. Cuando digo artistas, me refiero casi en la totalidad a hombres, quienes muestran en sus canciones y ya sofisticados y multipremiados videos clips, los valores más reacios y recalcitrantes de la masculinidad hegemónica, entendida popularmente como machismo.
Ahora bien, me atreveré con el permiso y respeto que se merecen los profesionales de esta manifestación artística a resaltar algunos puntos sobre el origen y efectos resultantes. La música, además de ser un producto cultural, es un fenómeno social, nacido de la necesidad humana. Surge como una herramienta de celebración, como un lenguaje a utilizar, un medio de comunicación y de expresión social. Entre sus efectos se encuentran el de ser un estimulante o sedante, dependiendo del tipo de música y del individuo que la escuche. Asimismo puede provocar efectos narcóticos o fortalecer el pensamiento, cambios en el pulso cardiaco y la respiración, suscitar emociones de tristeza o alegría.
Sin embargo -y ahí viene su otra cara- desde tiempos remotos la música se empleó para manipular y controlar el comportamiento de individuos y grupos. Ejemplos claros de ello son los himnos nacionales, marchas de guerra, música de supermercados, religiosa, de oficinas o discotecas.
Por su parte, según el experto en temas de masculinidades, Dr. Julio César González Pagés, los temas alrededor de la música se convirtieron en los últimos años en agentes socializadores por excelencia de los hombres junto a los de sexualidad y deporte. Hombres que desgraciadamente asumen como modelo de masculinidad el hegemónico, basado en la utilización de la violencia como recurso para mantener el poder, de colocar a las mujeres como meros objetos sexuales y subordinadas, junto a otros grupos de varones que no entran dentro de esta cofradía de masculinos hegemónicos.

Si la música es un ámbito en el que hombres socializan, están inmersos en su consumo, y estos han aprendido estos valores machistas, los defienden y para más, la sociedad los premia con total aceptación, es lógico que la música que van a consumir y ensalzar va a llegar como un paquete patriarcal y sexista. Eso desde el punto de vista de los receptores. Ahora bien, si los músicos encargados de llevar a la población el arte de suscitar emociones, entretenimiento, son portadores de esos valores machistas, el resultado no es otro que una música marcada por altos indicadores de violencia, sexismo y homofobia. La permanencia del machismo encuentra entonces a una aliada perfecta: la música. Un vehículo que no necesita tocar a la puerta de nuestros hogares para entrar, porque siempre es bienvenida. Llega a nuestros oídos diariamente, en el hogar, la radio, taxis en su versión almendrón, autobuses, espacios culturales y recreativos, cumpleaños, celebraciones, trabajo, en fin, aborda casi todos los ámbitos de nuestras vidas.
A esto sumarle que en la mayoría de los casos la música que nos llega viene adornada de letras donde se evidencia un marcado sexismo y discriminación hacia las mujeres, donde la referencia hacia ellas viene acompañada de frases como ellas son locas, cosa rica, partir el pochocho, todo esto es tuyo, ella me lo paró, la más malona, dime cuanto ella vale, tu eres la más dura, ella se lo tragó todito, y así podría citar innumerables de frases que parecen sacadas de una película pornográfica. Letras de canciones compuestas por varones que no creo hayan nacido de una probeta, sino que forman parte de una familia, con madres, abuelas, hermanas, tías, primas, parejas, y que es muy probable que estas mujeres cercanas a ellos no estén incluidas dentro de los calificativos y contextos a los que sitúan a las mujeres dentro de sus canciones ¿Pero quién les asegura que otros compositores no incluyan a las mujeres de su familia? Solo una pregunta para que ellos mismos reflexionen.
La intención no es satanizar ningún género musical ni a ningún artista, al final son además de victimarios, víctimas de la propia cultura y sociedad patriarcal. Hombres que desde su nacimiento han aprendido a ser machos, varones y masculinos porque es lo correcto, lo aceptado, legitimado, y cualquier actitud contraria a esto tiene severas consecuencias sobre su virilidad u hombría, aunque en ello afecten a la mitad de la población mundial: las mujeres.
En las últimas décadas el feminismo se encargó de desenmascarar la desigualdad existente entre hombres y mujeres. Los primeros repletos de gozos y privilegios y las segundas en la más gris de las subordinaciones y precariedades. Evidenciaron la existencia de un patriarcado y machismo latente en todos los ámbitos de las sociedades, y así buscaron estrategias para revertir esto y reivindicar los derechos usurpados de la mitad de la población del planeta.
Ahora bien, ¿el sistema patriarcal y los defensores a ultranza del machismo y la masculinidad tradicional se quedaron con los brazos cruzados? Por supuesto que no. Nuevos tiempos, nuevas estrategias de supervivencia para el mantenimiento del estatus quo existente durante siglos. ¿Qué tiene que ver esto con la música sexista y violenta? Pues nada menos que una forma desacreditar las criticas hacia la música que sitúa a las mujeres como objetos sexuales y en posiciones tradicionales de subordinación, es ponerlas esta vez en posiciones hegemónicas. Supuestamente esto visualizaría un “empoderamiento” o “liberación” de las mujeres del yugo hegemónico masculino e inclinación en la balanza de la igualdad de género, nada más incierto y superficial.
Desde esa gran aliada del machismo que se ha convertido la música en Cuba,  ya han emergido varias mujeres artistas que se han mostrado en su trabajo como superwomans, dominadoras de hombres, que supuestamente tienen el control y el poder. No es nada nuevo en el mundo, sino que ha sido parte de una estrategia del patriarcado para sobrevivir a los importantes avances logrados por las mujeres en pos de sus derechos e igualdad plena con los hombres, traducido en este caso a través  de la música y los videos clips.
En el mundo musical anglosajón, en especial los EUA,  viene sucediendo lo mismo. Videos clips que llegan a los TOP 10 más populares de las principales cadenas televisivas musicales como Mtv, donde las mujeres se muestran por los realizadores como sanguinarias asesinas de hombres, delincuentes, ladronas de bancos, esclavistas de hombres subyugados a sus deseos. Muy listo por parte del patriarcado, y que increíblemente tiene un efecto impactante en los y las receptoras, dando una sensación de nuevos tiempos, donde las mujeres ya no necesitan de políticas públicas que las defiendan, ni leyes que aseguren sus derechos, ni campañas para prevenir la violencia de género.
Hace poco leía sobre una acción de un grupo de fotógrafos donde mostraban en imágenes de forma literal, lo que decían muchas canciones en boga, que incitaban a la violencia hacia las mujeres y las maltrataban. Aun así, en el foro de debate del sitio web, habían plasmado criterios que acusaban esta iniciativa desde el arte fotográfico, como excesiva y ridícula. Hay que preguntarse si las letras de estas canciones e imágenes de sus videos clips para con las mujeres, son las excesivas, lapidarias y ridículas.
¿Pero quién dijo que todo está perdido? Hay artistas que por suerte vienen a ofrecer sus corazones por la prevención de  la Violencia hacia las mujeres y las niñas desde la música. Casos que merecen un aplauso son la intérprete Rochy y su proyecto Tod@s Contracorriente y el músico David Blanco con sus Giras Nacionales Por la No Violencia, quienes trabajan en conjunto con la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades, a través de sus canciones, videos clips y desde el escenario, siendo portador@s de mensajes de Cultura de paz e igualdad de género.
Siempre he escuchado una frase popular como “lo malo es lo que se pega”. Me parece que es hora de que sea lo bueno, lo igualitario, lo que se adhiera en las mentes de las personas. Estamos todavía a tiempo de reconvertir la música en enemiga de la discriminación hacia las mujeres, la violencia de género y el machismo, y no en su aliada.